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6 agosto, 2025
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7 agosto, 2025“Han pasado 80 años, pero nada ha cambiado”.
Han transcurrido ocho décadas desde que Estados Unidos lanzó bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, pero Masako Wada, sobreviviente de Nagasaki y secretaria general adjunta de Nihon Hidankyo (Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas A y H), asegura que “han pasado 80 años, pero nada ha cambiado, no se ha aprendido nada de nuestra experiencia y hoy tenemos un riesgo mayor que en el pasado“.
Toshio Tanaka, quien tenía seis años cuando cayó la bomba sobre Hiroshima, comparte esa preocupación, ya que “este camino nos puede llevar a una tercera guerra mundial y provocar el fin de la Tierra“.

El 6 y el 9 de agosto de 1945 marcaron los únicos ataques nucleares de la historia, cuyas razones aún son motivo de controversia. Algunos analistas los interpretan como una estrategia para terminar rápidamente la guerra y salvar vidas, mientras que otros los consideran una acción innecesaria que causó un alto número de muertes civiles. Según la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), actualmente existen unas 12.300 ojivas nucleares en el mundo. “Tan pronto supieron que la bomba nuclear funcionaría, se asumió que la usarían”, explica Michael Gordin, historiador de la Universidad de Princeton.
Hiroshima fue elegida por su valor estratégico
El primer blanco fue Hiroshima, donde el 6 de agosto de 1945 el bombardero Enola Gay lanzó la bomba “Little Boy”, que explotó a unos 600 metros del suelo. La detonación, de una potencia equivalente a 15.000 toneladas de TNT, liberó una ola de calor de más de 4.000 °C y destruyó dos tercios de los edificios. Se calcula que entre 50.000 y 100.000 personas murieron ese día. “Vi una gran multitud de gente agonizando. Caminaban en silencio, con los brazos extendidos, la piel quemada les colgaba de las puntas de los dedos”, recordó Tanaka.
La bomba funcionaba mediante fisión nuclear de uranio 235, de la cual solo se fisionó cerca del 1,4%. El impacto fue devastador. “A las 8:14 era un día soleado, a las 8:15 era un infierno”, describió Kathleen Sullivan, directora de Hibakusha Stories. Tanaka recuerda que iba camino a la escuela cuando alguien gritó “¡un bombardero enemigo!”. Al mirar al cielo, vio “un resplandor tremendo”, todo se volvió blanco. Pese a la magnitud del ataque, Japón no se rindió, lo que llevó a un segundo bombardeo.

Nagasaki fue blanco tras la imposibilidad de atacar otra ciudad
El 9 de agosto, el bombardero Bockscar lanzó la bomba “Fat Man” sobre Nagasaki. Kokura era el objetivo original, pero la nubosidad obligó a desviar la misión. La bomba, más potente que la de Hiroshima, explotó a 500 metros del suelo y generó una destrucción equivalente a 21.000 toneladas de TNT. Aunque la topografía montañosa de Nagasaki limitó el daño, cerca del 40% de la ciudad quedó en ruinas. “El lugar se convirtió en un mar de fuego. Era el infierno”, recordó Sumiteru Taniguchi en 2020.
Fat Man estaba compuesta por plutonio 239, cuya reacción fue desencadenada mediante un mecanismo de implosión. “Había cientos de personas sufriendo en agonía, sin poder recibir ninguna atención médica”, narró Terumi Tanaka, otra sobreviviente, durante la ceremonia del Nobel en 2024. No hay cifras exactas sobre la cantidad de víctimas, pero se estima que, para diciembre de 1945, más de 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades. Algunas estimaciones elevan la cifra a más de 210.000.

Los efectos de la radiación impactaron la salud y la vida de los hibakusha
Según el reporte de la BBC, tras los ataques, los hibakusha —nombre que reciben los sobrevivientes, significa “persona bombardeada”— sufrieron severas secuelas físicas y psicológicas. En el instante de la explosión se liberaron rayos gamma, neutrones y rayos X que mataron al 92% de las personas en un radio de 600 metros. Las víctimas sufrieron quemaduras graves, pérdida de cabello, vómitos, náuseas y sangrado. Con los años, muchos desarrollaron leucemia, cataratas, cáncer de tiroides, pulmón o mama, además de trastornos mentales.
También enfrentaron discriminación y un profundo sentimiento de culpa. “Traté unos 6.000 pacientes, quizás 10.000. Todas las personas que vi murieron, una tras otra”, relató al respecto el doctor Shuntaro Hida. Keiko Ogura, otra sobreviviente, recordó cómo dio de beber a dos personas que luego murieron y vivió más de una década culpándose por ello. Toshio Tanaka expresó que solo pudo hablar de su experiencia a los 70 años porque estaba traumatizado.

Cada año mueren 10 mil hibakusha
En la actualidad, Hiroshima y Nagasaki son ciudades desarrolladas que conservan la memoria de las víctimas a través de plazas y museos. Algunos hibakusha se convirtieron en activistas y abogan por la eliminación total de las armas nucleares. “Como armas extremadamente inhumanas que causan muertes masivas, no deben coexistir con la humanidad”, sostuvo Terumi Tanaka en su discurso del Nobel. Rechazan también la teoría de la disuasión nuclear.
Masako Wada insiste en que no puede aceptarse “la idea de usar armas nucleares para controlar y hacerle daño a la gente”. Según ella, esa lógica solo perpetúa el riesgo de que se repita Hiroshima y Nagasaki. Calcula que actualmente quedan menos de 100.000 hibakusha, la mayoría con más de 90 años. “Cada año mueren unos 10.000 de ellos. Así que en 10 años no quedará ninguno. Mi temor es que antes de que eso ocurra, tengamos nuevos hibakusha”.



